La reestructuración financiera de una empresa es una operación compleja (distintos enfoques y conocimientos) y extraordinaria (por su singularidad y excepcionalidad) que exige un buen asesoramiento.
Aunque la propiedad que se enfrenta a una operación de estas características haya tenido alguna experiencia previa en situaciones de crisis, es desaconsejable que se involucre totalmente en el proceso ya que, entre otras razones, existe el riesgo de que desatienda de manera involuntaria la gestión diaria del negocio.
Si bien todos los procesos de operaciones corporativas suponen un elevado grado de desgaste, las reestructuraciones financieras son especialmente complejas e intensivas en tiempo y recursos.
La idoneidad de contar con un buen asesor que le ayude en una decisión tan estratégica parece evidente si se quiere reducir riesgos y maximizar el éxito de la operación.
Sin confianza no puede haber asesoramiento. Por este motivo el empresario debe saber escoger un buen asesor que al menos debiera responder al siguiente perfil:
1. Experiencia. Lo que es ajeno y desconocido para el cliente no lo debe ser para el asesor, que está familiarizado con estas operaciones.
2. Un Prestigio Reconocido. Los acreedores, principalmente los financieros, se valdrán de la opinión del asesor del deudor a la hora de valorar la viabilidad de la compañía. Por lo tanto, resulta crítico contar con un asesor cuyo trabajo y opinión sea de total garantía para las entidades financieras.
3. Un Conocimiento Global y Multidisciplinar. Un enfoque exclusivamente jurídico es insuficiente y limitado. La reestructuración de una empresa requiere un conocimiento empresarial, económico, fiscal y por supuesto jurídico. Quien quiera realizar una operación de este tipo debe pensar en un asesor que le aporte una experiencia y conocimiento multidisciplinar que difícilmente puede ser prestado exclusivamente por un abogado.
4. Una Capacidad de Gestión. Los procesos de reestructuración no siempre se resuelven con éxito en todas las compañías; en determinados casos, la única alternativa es el Concurso de Acreedores. Por lo tanto, el asesor debe contar con experiencia relevante en este campo e incluso tener la capacidad para afrontar una gestión temporal de la compañía.
Por supuesto, la presencia de un interlocutor alternativo a los hasta ahora existentes favorecerá una negociación con una mejor predisposición por todas las partes.